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EL PATRIOTISMO DE LOS HERMANOS SANTACANA

por Manuel Tapia Ledesma


Los hermanos José y Emilio Santacana cedieron a principios del siglo XX propiedades al Gobierno para acoger tropas y preparar la infraestructura militar necesaria para emprender la campaña de Marruecos

Al comenzar el siglo XX, la presencia española en el norte de África era más económica que militar. El desastre del 98 había hecho posible que el capital establecido en las colonias perdidas volviese a la península. La cercanía de Marruecos, sus materias primas y su permanente inestabilidad política, convertían la zona en un apetecible bocado, no sólo para las pretensiones financieras y económicas españolas, sino también la de otros países europeos. Los grandes magnates españoles, capitaneados entre otros por el marqués de Comillas y utilizando como ariete instituciones como la Sociedad Geográfica de Madrid o el llamado Movimiento Africanista, perseguían el total respaldo del Gobierno a sus pretensiones colonialistas.

Una vez que el Ejecutivo español accedió a secundar los objetivos económicos internos, comenzó una importante gestión diplomática mediante la cual consiguió el apoyo político necesario para su aventura colonialista.

Tras las gestiones realizadas, el Gobierno encargó al Ministro de la Guerra la preparación de las infraestructuras suficientes para situar en los puertos estratégicos, como el de Algeciras, las tropas necesarias para una rápida intervención. En aquella época, las instalaciones militares en Algeciras eran muy precarias. Desde la intervención militar en Marruecos (1859), durante la cual se tomó a Algeciras como uno de los puertos de apoyo para la misma, tan sólo la planificación y posterior construcción del cuartel de El Calvario había mejorado, en algo, la estancia de los soldados en la ciudad.

En 1901, el ramo de Guerra, a través del Capitán General de Andalucía, había comisionado a su ayudante de campo, el capitán de infantería Antonio Meulener Verdeguer, para que observase en las cercanías del fondeadero algecireño los terrenos apropiados, para albergar un importante contingente de tropas.

El resultado del trabajo del capitán Meulener fue el de informar a su superior de que el lugar más idóneo para albergar a los soldados se encontraba en las afueras de la ciudad, en el llamado cortijo Pozo de La Higuera, ubicado en el termino municipal de la vecina villa de Los Barrios, y del cual era propietario el vecino de Algeciras, José Santacana Mensayas.

Obtenido el permiso para proseguir con la gestión, el capitán Meulener procedió a entrevistarse con José Santacana, al objeto de formalizar el posible acuerdo sobre los terrenos necesarios. Una vez oída la petición por el propietario, según afirmó documentalmente el capitán actuante, "accedió gustoso y movido por su patriotismo, ofreció la cesión graciosamente y por todo el tiempo que el Ramo de Guerra lo necesitase para el objeto indicado".

Rápidamente, el capitán Meulener procedió a informar mediante telegrama a la Capitanía General de Andalucía, cuyo responsable, a su vez, reenvió el mismo texto, al Ministro de la Guerra, expresando el telegrama original, lo siguiente: "Terminada satisfactoriamente gestión que V.E. me confió terrenos Los Barrios, para emplazamiento barracones propietario Santacana, inspirado alto patriotismo hace prestación gratuita dichos terrenos Ramo Guerra por todo tiempo que lo necesite para tropa". Contestando telegráficamente al día siguiente, el Ministro: "Queda aprobada determinación de V.E., aceptando terrenos ofrecidos Sr. Santacana, para emplazamiento barracones en Los Barrios y sírvase ordenar, que por Comandancia Ingenieros, se proceda a la explanación de dichos terrenos utilizando compañía de zapadores. En cuanto reciba oficio de V.E., relativo al particular, dictaré R.O., que interesa encomiando conducta patriótica del Sr. Santacana".

La cesión de la propiedad de José Santacana se efectuó mediante instrumento legal, el día 27 de mayo de 1902, en el cual se hizo constar su carácter "temporal y gratuito, volviendo a su propiedad, el día que haya cesado la necesidad".

Pero ésta no sería la última vez que la patria pondría a prueba la lealtad de José Santacana. Posteriormente, se materializarían dos nuevas cesiones gratuitas, la primera se llevaría a efectos el 29 de septiembre de 1902, en ésta segunda oportunidad serían los terrenos que conformaban el cortijo denominado El Grande, también ubicado en el termino municipal de Los Barrios. La tercera, se llevaría a cabo el día 26 de marzo de 1903, teniendo también como protagonista los terrenos del cortijo El Grande. En éste último gesto, José Santacana permitía, bajo las mismas condiciones anteriores, que el ramo de Guerra, construyese "tres barracones, para pabellones de los señores jefes y oficiales".

A partir de las obras realizadas por el ejército en la propiedad de José Santacana, empiezan a llegar hasta Algeciras, utilizando principalmente la vía férrea, grandes contingentes de tropas. La presencia militar de España en el norte de África se va consolidando, al mismo tiempo que también lo hacen las inversiones venidas principalmente del norte y noroeste de la península. Buena prueba de ello es la presencia en la ciudad de Tánger de La Cámara de Comercio de España o la fábrica de electricidad montada con capital hispano, que funciona en la misma ciudad. Pero realmente, donde se concentra el gran capital, es en la Sociedad de Minas del Rif. Para aquel entonces, la presencia española aumenta, no sólo militar, sino también civil, como lo demuestra la demanda de pasajes (en uno u otro sentido), que obliga a la Compañía Trasatlántica, desde finales del pasado siglo XIX, a poner en marcha las líneas marítimas Algeciras-Ceuta, Málaga-Ceuta y Málaga-Melilla. A comienzos del siglo XX, la línea Málaga-Ceuta sería suprimida, dado que los pasajeros preferían optar por la comunicación marítima entre Algeciras y Ceuta.

En definitiva, el Estrecho se convierte en un lugar de gran tránsito, tanto en lo militar como en lo económico. Ello hace que surja con gran fuerza el fenómeno del contrabando en las costas españolas. Encontrándose las autoridades de orden público de la comarca, en un primer momento, desbordadas al tener que afrontar el mismo problema, en dos frentes distintos; por un lado, el tradicional tráfico ilegal que tiene su origen en Gibraltar, y en segundo lugar, el que surge en el norte de Marruecos (dado el rápido auge económico, principalmente en Tánger), teniendo la península como destino. Con el agravante en éste último caso, de tener que cubrir el cuerpo de carabineros, con precarios medios y faltos de personal, una gran línea de costa.

Esta circunstancia hace que nuevamente el Estado haga una llamada al patriotismo de la familia Santacana, esta vez personificada en la figura de Emilio Santacana. En el segundo semestre de 1902, el Teniente Coronel de Carabineros, Jefe de la Comandancia de Algeciras, Agustín Villar y Llinas, se entrevista con Emilio Santacana y Mensayas, como propietario que es éste último, de una gran extensión de terrenos, situados al sur de la ciudad y frente a las aguas del Estrecho, expresándole durante el encuentro, de la necesidad que tiene el cuerpo que representa, de realizar importantes obras alrededor de la solitaria garita o puesto de observación, situada gratuitamente en terrenos de su propiedad, al objeto de prevenir la actividad del contrabando proveniente de la otra orilla del Estrecho.

Por aquel entonces el cuerpo de carabineros destinados en Algeciras, contaba en primer lugar con una casa-cuartel ubicada en la calle Soledad, conocida popularmente como calle de La Aduana (actualmente como José Santacana), así como con el apoyo del edificio del antiguo Gobierno Militar, junto al popular callejón de La Mosca (hoy calle Isaac Peral), estando situada la comandancia en la calle Regino Martínez. También contaba este cuerpo con un cuartelillo que fue construido durante la segunda parte del siglo XIX, al sur de la playa de Getares, en el promontorio conocido como Punta de Getares, cuyas ruinas aún se encuentran en pie.

Emilio Santacana era propietario en aquel momento de un cortijo denominado Mogollón y Tocinero (en realidad eran dos propiedades unificadas), situado en la llamada dehesa de Las Abiertas, incluyéndose en aquella suerte la zona de Punta Acebuche y El Tormo. Ubicándose en su propiedad, como se ha reseñado anteriormente, de modo gratuito, un puesto de vigilancia y observación de las aguas del Estrecho.

La pretensión del cuerpo de Carabineros, expresada documentalmente por su responsable en Algeciras, consistía, en "ampliar (ostensiblemente) la caseta de carabineros, que existe en el sitio llamado El Tormo".

Lógicamente, se trataba de la realización de una construcción permanente y que, según manifestó el propio Emilio Santacana: "No es beneficiosa por ningún concepto a la finca". Pero aún así, accedió a la venta de un pedazo de terreno […], de 400 metros cuadrados, en la cantidad de 400 pesetas.

Sin duda, en la decisión de Emilio Santacana influyó enormemente -además de su patriotismo- su opinión sobre la actividad del contrabando y el daño que éste le hacía a la economía de la comarca, como así lo expuso en su obra Antiguo y moderno Algeciras, publicada un año antes.

En definitiva, nos encontramos ante dos importantes personajes de la historia contemporánea de Algeciras que desde el ámbito de lo público (ambos fueron alcaldes de la ciudad), como desde el privado (en calidad de propietarios), dieron suficientes muestras de entrega y servicio, tanto para con su pueblo, como para con su país, como así tuvieron la oportunidad de demostrarlo -nuevamente- años más tarde, durante la Conferencia Internacional de Algeciras, en 1906.